viernes, 5 de junio de 2009

Las siete ciudades de Cíbola y Quivira

La palabra Cíbola procede de cíbolo, nombre español hoy desusado que se daba al bisonte, ya que el territorio del mítico reino en donde se suponía la existencia de las siete ciudades se extendía hasta las praderas en donde existían millones de estos animales.

Cíbola fue una de las fantásticas ciudades que sólo existieron en un viejo mito que se originó alrededor del año 1150 cuando los moros conquistaron Mérida y según la leyenda siete obispos huyeron de la ciudad no sólo para salvar sus vidas, sino también para impedir que los infieles moros se apropiaran de valiosas reliquias religiosas. Años después corrió el rumor de que se habían instalado los siete obispos en un lugar lejano, más allá del mundo conocido en esa época, y habían fundado las ciudades de Cíbola y Quivira.
La leyenda decía que esas ciudades llegaron a tener grandes riquezas, principalmente en oro y piedras preciosas. Esa leyenda fue la causa de que exploradores españoles y sus gobernantes trataran en vano de encontrar durante siglos las míticas ciudades.
La leyenda creció a tal grado que con el tiempo ya no se hablaba únicamente de Cíbola y
Quivira, sino de siete magníficas ciudades construidas en oro, cada una de ellas había sido fundada por cada uno de los siete obispos que partieron de Mérida al ser conquistada por los moros.

De alguna manera el mito estaba vivo en la época de las exploraciones españolas en el Nuevo Mundo, mito que fue alimentado por los náufragos de la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1528, los cuales a su regreso a la Nueva España dijeron haber escuchado de boca de los nativos historias de ciudades con grandes riquezas. De esa larga caminata sobrevivieron cuatro hombres: uno de ellos fue Álvar Núñez Cabeza de Vaca quien escribió un libro llamado Naufragios, en el cual describió la larga aventura a pie desde la costa de Florida hasta la costa de Sinaloa en México. Otro de los cuatro sobrevivientes fue un esclavo negro llamado Esteban, conocido como Estebanico.
Al escuchar las noticias que relataban los náufragos de ciudades de riqueza sin límite ubicadas más al norte de la Nueva España, el Virrey Antonio de Mendoza organizó una expedición encabezada por el fraile franciscano Marcos de Niza, quien llevaba como guía a Estebanico. Durante el viaje a un lugar llamado Vacapa (probablemente en alguna parte del estado de Sonora) envió el fraile a Estebanico por delante para investigar. Poco después Estebanico reclamó la presencia del fraile por haber escuchado de los nativos historias de ciudades colmadas de riquezas.
Al enterarse de eso, fray Marcos de Niza
supuso que se trataba de las "Siete Ciudades de Cíbola y Quivira".
Estebanico no esperó al fraile, sino que siguió avanzando hasta llegar a Háwikuh Nuevo México
, en donde encontró la muerte a manos de los nativos que hicieron huir a sus acompañantes.
El fraile Marcos de Niza regresó a la ciudad de México narrando que había continuado la exploración después de la muerte de Estebanico y había avistado a lo lejos una ciudad más grande que la gran Tenochtitlan
y que los nativos de allí usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas y usaban perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas más.

Al escuchar esas noticias, el Virrey Antonio de Mendoza no perdió el tiempo y organizó una gran expedición militar para tomar posesión de aquellas riquísimas tierras que el fraile le había narrado con profusión de detalles.
Al mando de la misma quedó un amigo del Virrey, Francisco Vázquez de Coronado, quien llevaba como guía al fraile Marcos de Niza. El 22 de abril de 1540 salió Coronado de Culiacán al mando de un pequeño grupo de expedicionarios, en tanto el grueso de la expedición iría más lentamente a las órdenes de Tristán de Arellano (en cada villa española se reorganizaba la expedición terrestre), a la vez que partía otra expedición por mar al mando de Fernando de Alarcón
para abastecer a la expedición de tierra.Coronado atravesó el actual estado de Sonora y entró en el actual estado de Arizona. Allí comprobó que las historias de Marcos de Niza eran falsas al no encontrar ninguna riqueza de las que el fraile había mencionado. Asimismo resultó falsa la aseveración del fraile que desde aquellas tierras se podía ver el mar, ya que como le dijeron los nativos a Coronado y lo comprobó él mismo, el mar se encontraba a muchos días de camino.
En la actualidad, las viejas ruinas de un antiguo asentamiento indígena en Nuevo México se conocen como La Gran Quivira. Durante la colonización española el asentamiento fue llamado Pueblo de Las Humanas.
Francisco Vázquez de Coronado llamó Quivira a un asentamiento indígena del cual hoy en día se desconoce su ubicación, y desde allí partió García López de Cárdenas en busca de un río del cual los indios Hopi
les habían hablado.
Para cuando llegó García López al Gran Cañón que formaba el río Colorado, el río ya había sido visitado y bautizado en su desembocadura a cientos de kilómetros de distancia por Francisco de Ulloa en septiembre de 1539, quien llamó Ancón de San Andrés al delta del río, y ya Fernando de Alarcón
lo había navegado 80 leguas río arriba y bautizado con el nombre de Río de Nuestra Señora del Buen Guía en agosto de 1540.García López no pudo encontrar una senda o atajo para bajar desde lo alto del Gran Cañón hasta el río Colorado. Sin embargo, se considera que fue el primer europeo en visitar el Gran Cañón.